Artículo: Recetas para no ofender

Las redes sociales se han convertido en lugares en los que la libertad de expresión siempre acaba diezmada por aquellos individuos que aseguraban defenderla. Después de todo, solo prevalece la opinión del usuario más influyente o más seguido en detrimento de aquella legítima idea de convertir Internet en un lugar en el que tuviera cabida las incontables formas que tenemos para expresar nuestra libertad de pensamiento.

Los límites de la libertad de expresión en Internet están claramente recogidos: incitación al odio, insultos o vejaciones, apología la violencia, etc. Sin embargo, lo que no está establecido es el nivel de expresión en el que se empieza a rozar alguna de estas faltas que, en muchos casos, ha sido motivo de sanción económica para algunas personas de nuestro país.

No hay que olvidar la famosa frase de Orwell: "La libertad de expresión es decir lo que la gente no quiere oír." Sin embargo, existen otros tipos de "molestias" o "malestares" inventados por la mayoría de los usuarios "cabreados" que deciden lo que se puede escribir y lo que no en las cajas de comentarios. Esta sentencia es personal y subjetiva, pero se populariza gracias a los grandes influencers de las redes, que establecen lo que es ofensivo. Es muy frecuente atribuir una ofensa al que se expresa cuando no se encuentran argumentos convincentes o simplemente no se quiere seguir discutiendo. Por eso, no es de extrañar que cada vez más usuraios tengan miedo a escribir su opinión en las redes.

Para criticar este tipo de censura popula, últimamente está circulando una simpática tendencia por las redes sociales: comentar recetas de cocina. Obviamente, una simple receta de tortilla de patatas no hace daño a nadie (excepto a aquella persona que esté a dieta), y por eso que cada vez es más común ver este tipo de comentarios en una foto, un vídeo o una noticia. Aunque esta moda resulte original y graciosa, es un claro ejemplo de que nuestros pensamientos públicos en Internet están cada vez más limitados y que solo podemos ceñirnos a comentar cosas estúpidas e incoherentes que nada tienen que ver con lo que se habla o se piensa, pero no nos damos cuenta de que esta práctica continua está destruyendo lo poco que teníamos de libertad en la red.