Artículo: Los primeros zapatos

En la vida de cualquier persona existe ese momento metamórfico en el que se pasa de joven a adulto. La gente crece y se plantea la posibilidad de cambiar su apariencia. Algunos expertos dicen que se debe cambiar el calzado, especialmente cada cinco años, y además afirman que se puede juzgar a una persona por los zapatos que lleva. En cierto modo, esto es verdad. Nadie puede llevar puestas durante toda la vida aquellas zapatillas Converse que entonces estaban de moda. Tarde o temprano, todo el mundo debe asistir a una reunión de empresa, a un funeral o a su propia boda, y uno no se puede presentar con unas deportivas raídas. Por tanto, es una decisión lógica y natural que cuando llegamos a cierta edad sintamos la necesidad de cambiar nuestro calzado de toda la vida por otro más apropiado lo que, aviso, no es coser y cantar.

Comprar unos zapatos nuevos parece algo fácil, pero no. Antes, tienes que mentalizarte en casa, es decir, tienes que sentarte en la cama y repetirte muchas veces frente a un espejo que quieres ser mayor. No todo el mundo consigue convencerse, pero hacer esto varias veces al día es un paso fundamental para saber si has madurado o sigues siendo un churumbel.

Luego, cuando tengas un día libre, debes salir de casa con decisión y dirigirte a la tienda de calzado más cercana. No importa si es cara o de los chinos. Allí escoges el estilo que más te guste, sin discriminación, pues para gustos hay colores. Sin embargo, es importante cuidar que no sean demasiado llamativos ni tampoco demasiado clásicos. Los zapatos que destacan demasiado te traerán problemas con tu familia y los más tradicionales harán que tus amigos perciban una imagen distorsionada de ti. Lo importante es sentirse cómodo con ellos, que no te impidan ir adonde quieras y que no afecten a tus relaciones personales.

Cuando encuentres tus zapatos ideales, pruébatelos. Debes asegurarte de que no te aprietan hasta cortarte la sangre y de que tampoco están demasiado sueltos. Pero cuidado. Los zapatos perfectos también sufren y tienen sentimientos. Hay que saber cuidarlos, y con esto quiero decir que hay que conocer cuál es el zapato más adecuado para tus pies para no forzarlos y que te dejen en ridículo en público.

Una persona que tiene pies de elefante puede dañarlos con el primer uso, en cambio, una persona con pies de hormiga apenas llenará toda su cavidad, y es posible que de un zapatazo los pierda para siempre. Por eso es imprescindible conocer la talla de pie que gastas, no solo para preservar el zapato, sino también para no perjudicar tu reputación. Si no haces caso de mi advertencia, te darás cuenta de que es un infierno caminar por la vida como si te sujetaran los pies, así como que es lamentable ir por ahí perdiendo los zapatos (en el colegio conocí a varias personas que los perdían constantemente).

Una vez que los hayas adquirido, viene la parte más difícil: estrenarlos. Como la mayoría de los adultos ya saben, porque lo han sufrido alguna vez, unos zapatos nuevos no se pueden disfrutar. La primera vez que te los pongas te dolerá, y por la noche llegarás a casa con todo tipo de heridas en los pies. Hay que darles tiempo. Al principio pueden ser muy estrechos, pero con el paso de los días irán adaptándose a la forma de tu pie y caminar con ellos será más cómodo. Tampoco hay que forzarlos. Un consejo es usar unos calcetines ni finos ni gruesos. Aunque es cierto que los calcetines se amoldan a todos los tamaños, los finos te crearán rozaduras y los demasiado gruesos impedirán que notes el tacto de tu nuevo calzado.

No hace falta mencionar que no debes destrozar tus zapatos por el camino. En otras palabras, vigila bien por dónde pisas. Hay zapatos que resisten el asfalto así como los hay que prefieren la arena de la playa. Desde mi experiencia, puedo decir que a ningún zapato le sienta bien esa tierra salada que en invierno echan sobre las calles heladas. Es más, recomiendo no sacarlos en invierno si no quieres quedarte sin ellos.

Hay que resaltar que llevar zapatos no es ninguna obligación, ni mucho menos una necesidad básica, pero se hace necesario. Si bien podrías ir descalzo por la calle, que en determinados casos creo que es la mejor opción, la gente te mirará raro si lo haces. Hoy en día, los adultos andan con zapatos de todo tipo: altos, bajos, grandes, pequeños, con rayas, sin rayas, negros, blancos... Sin embargo, es un error pensar que se puede llevar el mismo calzado siempre. Las personas cambian de vida como de zapatos, sobre todo aquellas que están experimentando la transición de la juventud a la edad adulta. Tras el primer par de zapatos puedes pensar que no encontrarás otros iguales, pero no. Seguramente cambiarás de calzado varias veces, a no ser que seas muy fiel a tus primeras decisiones.

En resumen, elegir un par de zapatos no es sencillo, pero es necesario tomar esa decisión al menos una vez en la vida. Unos zapatos pueden determinar el presente y el futuro de una persona, pueden cambiar su imagen e incluso pueden afectar a su comportamiento en el día a día pero, ante todo, es indudable que llevar un buen par de zapatos es indispensable para madurar.