Artículo: El aprendizaje de la lengua materna

Son muchos los estudios que se han realizado en torno a los procesos de adquisición y aprendizaje de la lengua materna desde el nacimiento. Desde mi punto de vista, este estudio sería imposible sin tener en cuenta la experiencia del individuo en el entorno sociolingüístico, razón suficiente por la que se hace necesario partir de la base solida que proporciona la hipótesis innatista.

Antes de adentrarnos en la dimensión neurológica encargada del procesamiento de la lengua materna, que trataré más adelante en otro artículo, es importante explicar cómo una persona es capaz de adquirir la esencia de una lengua desde el nacimiento y sin ninguna referencia lingüística en la que apoyarse.

Según el artículo de Cristina Novoa (2011), “como adquisición del lenguaje se entiende el proceso mediante el cual el niño desarrolla la lengua a la que está expuesto en su entorno”. Esta lengua es el maternés o lengua materna, y las fases de su aprendizaje inicial se centran primero en comprender y después en hablar (Martín, 2009).

Para responder a este aspecto, partimos de que la rápida adquisición de una lengua materna se debe a una “facultad lingüística innata en nuestro cerebro” (Muñoz-Basols, 2017). Esta hipótesis es la más aceptada entre los lingüistas, incluso entre los cognitivos, que encuentran argumentos a favor de esta idea como la universalidad y composicionalidad del lenguaje (Akmajian, 1984), la pobreza de estímulos (Bernárdez, 2004), el fenómeno de las lenguas criollas, las etapas de adquisición de la lengua y la hipótesis del periodo crítico (Hualdep, 2009).

De Saussure (1945) afirma que “la lengua materna no llega a depositarse en nuestro cerebro más que al cabo de innumerables experiencias”. Es a través de esta experiencia lingüística en un entorno social determinado y motivado por las necesidades (Cuesta, 2000) como se desarrolla la lengua materna.

Percibir los estímulos a través de la experiencia sonora y visual implica un gran peso a la hora de categorizar los signos lingüísticos. Estas categorizaciones no son naturales, sino que el ser humano las ha construido en base a su visión del mundo (Cuesta, 2000). Existe, por lo tanto, una profunda relación entre la percepción, el pensamiento y el lenguaje, por lo que se puede afirmar con total libertad que todos los hablantes de español han tenido en su infancia una experiencia idéntica de aprendizaje por repetición que ha servido para asociar sonidos con su correspondiente significado.

A cambio de este acto de memorización, los hablantes de una determinada comunidad lingüística reciben un enorme beneficio: la capacidad para transmitir un concepto casi instantáneamente de una mente a otra (Pinker, 1994). La relación entre un significante y un significado (una imagen y una palabra) es necesariamente inmotivada: ambos son de naturaleza diferente y es impensable que una serie gráfica o sonora se parezca a un sentido. De nuevo se demuestra que su asociación se debe a una reacción social ante el estímulo sonoro y el visual (Ducrot, 1983).

Este innatismo alrededor de la lengua materna se debe no solo a causas naturales, sino a que todo lenguaje humano está estructurado en reglas universales. Estos principios se refuerzan en la experiencia en el entorno lingüístico en el que crece el niño, en la herencia y la cultura (Hualde, 2009). El lenguaje supone, además, un tipo especial de conocimiento: hablar la propia lengua materna implica haber interiorizado de manera inconsciente un determinado conjunto de pautas y de principios (Escandell, 2011). Esta apreciación no se basa en la memoria o la experiencia, sino en un sistema de reglas generales interiorizadas durante el aprendizaje de la lengua (Ducrot, 1983).


Etapas en la adquisición de la lengua

En cuanto a las diferentes etapas del proceso de adquisición de nuestra primera lengua, Escandell (2011) establece una serie de factores::

    a) La adquisición de la lengua materna se realiza de forma rápida y espontánea, sin instrucción explícita y se lleva a cabo de manera inconsciente.

    b) Este proceso es universal.

    c) Muestra una estabilidad de conocimiento. Una vez que hemos adquirido el lenguaje, este no se olvida.

    d) A pesar de ser un proceso natural y universal, los niños deben estar expuestos a una lengua determinada. Se hace necesaria, por tanto, cierta estimulación lingüística.

    e) Además, los niños muestran variabilidad interindividual e intraindividual.

Dependiendo de estas circunstancias, el ser humano adquiere su lengua nativa a lo largo de diferentes etapas. Los recién nacidos, dado el escaso desarrollo de su aparato fonador, comienzan su sistema lingüístico imitando unidades fonéticas con balbuceos; especialmente fonemas oclusivos y sordos. Muñoz Basols asegura que “estas secuencias de sonidos se convierten en palabras cuando los niños reciben refuerzo positivo al pronunciarlas”, si bien en experimentos con chimpancés se ha probado que la adquisición de la lengua materna es un proceso espontáneo, natural como el de la visión y la locomoción, y no sigue una conducta estimulo-respuesta condicionada con refuerzo positivo (Akmajian, 1984). Del mismo modo, también se pone en duda que los recién nacidos adquieran la lengua materna por imitación, debido a que no se puede explicar cómo los niños desde los tres años cometen analogías y otras sobreirregularidades cuando forman sus primeras palabras (Hualde, 2009), por ejemplo: “andé” en lugar de “caminé” y "ponido" en vez de "puesto" 

A los pocos meses de vida, se comienzan a percibir los sonidos del entorno y a reaccionar ante ellos con distintas entonaciones hasta formar sílabas y palabras. Primero aparecen los sustantivos, y más tarde los verbos y los adjetivos. A partir del año de edad, aumenta la riqueza léxica de la lengua así como la complejidad en la estructura gramatical de las oraciones. “El niño que comienza a hablar construye de forma simultánea su gramática y su estructura semántico-pragmática: los significados se asientan a medida que se estabilizan las cadenas fónicas asociadas a ellos” (Escandell, 2009). Es en este periodo, especialmente en situaciones de exposición a una sola lengua, cuando se comienza a perder la capacidad de distinguir las particularidades fonéticas de otras lenguas (Altares, 2014).

Referencias:
  • • Akmajian, Adrian (1984): Lingüística: una introducción al lenguaje y la comunicación, Madrid, Alianza Editorial.
  • • Altares, Sonia (2014): Adquisición del lenguaje, Madrid, Editorial Síntesis, S. A.
  • • Bernárdez, Enrique (2004): ¿Qué son las lenguas?, Madrid, Alianza.
  • • Cuesta, Ubaldo (2000): Psicología social de la comunicación, Madrid, Ediciones Cátedra.
  • • De Saussure, Ferdinand (1945): Curso de lingüística general, Buenos Aires, Editorial Losada S.A.
  • • Ducrot, Oswald y Tzvetan Todorov (1983): Diccionario enciclopédico de las ciencias del lenguaje, Madrid, SIGLO XXI.
  • • Escandell Vidal, Victoria (2009): Claves del lenguaje humano, Madrid, Editorial Universitaria Ramón Areces.
  • • Escandell Vidal, Victoria (2011): Invitación a la lingüística, Madrid, Editorial Universitaria Ramón Areces.
  • • Hualde, José Ignacio (2009): Introducción a la lingüística hispánica, Cambridge, Cambridge University Press.
  • • Martín Vegas, Rosa (2009): Manual de didáctica de la lengua y la literatura, Madrid, Editorial Síntesis.
  • • Muñoz-Basols, Javier (2017): Introducción a la lingüística hispánica actual: teoría y práctica, Oxon, Routledge.
  • • Novoa Presas, Cristina (2011): «Adquisición de la lengua materna como base de enseñanza y aprendizaje de segundas y sucesivas plurilingüismo y aculturación», Papeles Salmantinos de Educación, Núm. 15, Facultad de CC. de la Educación, Universidad Pontificia de Salamanca.
  • • Pinker, Steven (1994): El instinto del lenguaje, Madrid, Alianza Editorial.